La verdad acerca de la postura de la Iglesia católica actual respecto al Sudario de Turín y
Pañolón de Oviedo es llana, clara y contundente: Es la ciencia la que debe pronunciarse
sobre la veracidad o no de los Sudarios.
La ambigüedad existente respecto a si se consideran reliquias o no, muy
especialmente en el caso del Sudario de Turín, es más discutible; Pío XII se refirió a la
Sábana Santa como reliquia. También lo hizo Juan Pablo II, quien confesó públicamente su
«devoción a la reliquia» del
Sudario de Turín,
aunque en su discurso pronunciado ante la Sábana Santa en 1998 eludiera ya el uso de la palabra
«reliquia». En el mismo deja claro que el Sudario de Turín no es una «cuestión de fe». Más
adelante, Benedicto XVI, en mayo de 2010 sustituyó el uso de la palabra «reliquia» por
«icono de la fe» e «icono escrito con la sangre».
Por lo tanto, no es reliquia reconocida (en espera de una
conclusión científica
más clara) y no es objeto de Fe (no es dogma ni se afirma su autenticidad, ni sustenta la fe
cristiana).
A pesar de ello, Benedicto XVI ha manifestado en más de una ocasión a
título personal que, para él, la Síndone de Turín es verdadera (por lo tanto, también
«reliquia»).
Históricamente, existe una clara variación de posturas eclesiales desde la
Bula proclamada por el Papa Clemente VII en 1390 tras las acusaciones de falsedad del
obispo D'Arcis. Es en ese momento cuando se declara oficialmente el Sudario de Turín como
«Reliquia verdadera». Lo que a todas luces parece un pleonasmo (una condición esencial de la
reliquia es que sea verdadera), es en realidad un problema lingüístico de primer orden,
considerando todas las «reliquias» existentes en el mundo de falsedad contrastada.
Existe también un error de apreciación en cuanto a la esencia de los Sudarios, y
es que las imágenes no son más que una mediación o ayuda en la oración y acercamiento a
Dios. Nunca, y en ningún caso, son «parte» de Dios o «divinas»; ni siquiera «Santas», expresión que
ha quedado así (Sábana Santa) fruto de la herencia del lenguaje vivo y cambiante, aunque desde el
punto de vista cristiano actual no reúna esa condición. Ninguna tela puede ser en realidad
Santa. Ningún objeto puede serlo. El objeto señala más allá. Las imágenes no son más que un
símbolo para orar, no pueden ni deben ser adoradas. Su veneración se basa en la
transcendencia de la contemplación. Por lo tanto, desde este prisma, la imagen del
Santo Sudario y el
Pañolón de Oviedo,
al margen de la discusión lingüística y teológica, son alegorías que evocan (con rotunda
claridad) la Pasión de Jesucristo. Su veracidad o no, en este aspecto, no cambia
absolutamente nada. Aunque la Sábana «Santa» no sea «cuestión» de Fe, sí es y será,
independientemente de su autenticidad o de lo que significa y representa la palabra «reliquia», un
«símbolo» de Fe (o icono de la Fe, como expresó el papa Benedicto XVI). Todas estas
consideraciones también son susceptibles de ser puestas en tela de juicio (nunca mejor expresado),
ya que surge el siguiente planteamiento, muy legítimo: Si los sudarios fueran producto de una
falsificación realizada con objeto de «engañar» a los creyentes, ¿deberían ser venerados? Claro
que, de momento, nadie ha podido sostener esta premisa.
A pesar de todas estas digresiones, la autenticidad o no del Santo Sudario de
Turín no altera lo más mínimo la Fe y la creencia cristianas. Por lo tanto, el cristiano debería
poder adoptar una postura con respecto a la discusión científica acerca de su veracidad mucho más
equilibrada y abierta que la postura agnóstica, claramente influenciada por la
necesidad de obtener una respuesta que niegue la autenticidad de los Sudarios. En otras
palabras, mientras que para un creyente la afirmación o no de su autenticidad no afecta a su Fe
(Dado que ésta no se encuentra anclada en la
Sábana Santa o el
Santo Sudario de Oviedo),
para un no creyente, la afirmación de su autenticidad supondría una clara ruptura en sus axiomas y
convicciones más íntimos.
Regresamos al recorrido histórico acerca de la consideración oficial
eclesiástica de la Síndone de Turín: habiendo mencionado el punto de partida con la Bula Papal de
Clemente VII en 1390, continuamos con la inclusión en el calendario litúrgico de la
festividad propia de la Síndone proclamada en 1506 por el Papa Julio II.
Destacamos también que desde Pío X hasta el Pontífice Francisco I,
todos los Papas han acudido a visitar o venerar la Sábana Santa en algún o varios momentos, excepto
Juan Pablo I (en su breve historia pontificia, fruto de multitud de teorías conspiratorias,
mostró su intención de conocer el Sudario) y Benedicto XV (también expresó el deseo de
visitar la Sábana Santa).
No podemos dejar de hablar de un hecho fundamental en este apartado, sobre el
que se han vertido abundantes informaciones erróneas y malintencionadas en uno y otro sentido: Una
vez obtenidas las
pruebas de la datación por radiocarbono
(ampliamente comentadas en varios artículos temáticos), el Cardenal Arzobispo de Turín Anastasio
Ballestrero (Carmelita descalzo que falleció en junio de 1998, en proceso de beatificación
desde el año 2014), junto con el español y por aquel entonces portavoz del Vaticano en el
pontificado de Juan Pablo II, Joaquín Navarro Valls, pronunció un discurso
precipitado (y muy personal), en el que reconocía la falsedad de la Sábana Santa aceptando así los
resultados de las pruebas mediante la técnica de Carbono 14.
Las filtraciones anteriores de estos resultados provocaron quizá una
respuesta rápida y poco elaborada, en medio del natural revuelo y desconcierto generados. Sin duda,
gran parte de los científicos consideraron una posible ocultación o manipulación de las mismas por
parte de la Iglesia. Durante algún tiempo, hasta que se iniciaron análisis e investigaciones que
resultarían igualmente polémicos (volvemos a recomendar encarecidamente la lectura del artículo
temático: «Pruebas de datación por radiocarbono»),
esta manifestación del Cardenal fue considerada como «postura oficial de la Iglesia respecto al Sudario de Turín»,
aunque era evidente que no existía un consenso en la Iglesia, urgía una respuesta, no se conocían
los posteriores estudios derivados de las pruebas que cuestionaron la subjetividad de la prueba de
radiocarbono (sus conclusiones e incluso la prueba en sí misma, ¡por sus mismos creadores e incluso
por un premio Nobel!) y, por lo tanto, lo sensato sería haber considerado esta declaración como una
opinión temporal urgida por el momento y situación.
La postura oficial de la Iglesia Católica respecto al Sudario de Turín llegó
con las afirmaciones ya conocidas, que son las que inician este artículo temático, y que volvemos a
repetir: Le corresponde a la Ciencia concluir si la Sábana Santa es auténtica o no.
Por lo tanto es rotundamente falso, con respecto al Sudario de Turín (y
también al Sudario o Pañolón de Oviedo) que:
- La Iglesia sostenga su autenticidad.
- La Iglesia sostenga su falsedad.
Como resumen podemos indicar que la Iglesia indica que ambos Sudarios son
excelentes imágenes que sirven como mediación, objetos que ayudan en la oración y símbolos que
recuerdan el doloroso y redentor episodio de la Pasión de Cristo.
No obstante, son muchos los fieles (incluidos los Papas) para los que tanto el
Sudario de Turín como el de Oviedo, son espejo y fiel retrato de la Pasión de Jesús de Nazaret, tal
y como parecen señalar las
conclusiones científicas;
más allá del natural miedo a lo desconocido o inexplicable, del debate teológico o cientifista o de
cualquier intento de ensombrecer una creencia cuya luz es tan intensa que sólo es incapaz de
alumbrar a quien no quiere ver. No obstante la Fe es una cuestión, en el fondo, de
voluntad. Quien no quiere creer, no cree. Y no por ello es más o menos inteligente, o racional,
o sensato.